Y no estoy dotando precisamente de una connotación positiva a la palabra “adaptar”. Es de ser inteligente dicho proceso de adaptación pero no cuando esa “adaptación” conlleva sometimiento o encajar en el hueco para ti destinado sin abrir la boca.
Todo esto surge tras una conversación con un amigo; me comentaba, en referencia a los casos de doping, que debería plantearse seriamente el que se demandara a dichos “culpables” por fraude y de forma personal y directa por aquello que directamente te roba (ya que su plaza o beca se la quita a otro atleta). Llegábamos a la conclusión de la improbabilidad de que se diera tal situación porque nadie sacaría ganas para eso (un caso perdido), a lo sumo algún joven recién titulado, me decía, no alguien mayor ya acomodado. Pero ahora entra aquí mi opinión personal: ¿Realmente, un recién titulado que esta buscando ponerse a trabajar donde sea, de lo que sea pero sin llamar mucho la atención para “ir metiendo cabeza”, va a exponerse a una difícil tarea? Creo que los patrones están cambiando y resulta que es a partir de los 45 cuando muchos empiezan a no tener pelos en la lengua y salirse del molde, aunque creo que quizá ellos nunca lo tuvieron, si bien es cierto que en alguna ocasión no les quedara más remedio que “apechugar” para sacar adelante, no su vida, sino la de los suyos, aquellos que aun aprendiendo a morderse los labios siguen viendo las cosas como son, sin los matices en los que intentan centrar nuestra atención para así desviarla.
A todo esto y sin saber muy bien cómo crear un hilo conductor con el párrafo siguiente, me gustaría centrarme en el trato que recibe una persona sancionada por doping. “No pasa nada”. Se les deja un año sin competir y asunto zanjado. Luego además hasta se les dará un cargo público y jamás se mencionará o no se permitirá que se mencione ese episodio. Y los desalmados seremos los que tenemos la ética de no usar los métodos prohibidos, los que les señalamos por haber estafado en un intento de autojusticia por nuestra parte. Podrán rebajarle a algún culpable la pena y me lo tendré que tragar pero lo que es, es y no intenten convencerme de lo contrario.
Tengo un amigo que tuvo problemas con las drogas, eso si es un problema y a esa gente no se le ayuda lo necesario. Produce rechazo en la sociedad. No se nos puede echar nada en cara (o igual sí), ni sabemos llegar a ese problema ni podemos, fuentes de conflictos.
Un amigo ha luchado duro contra este problema, contra sí mismo por salir del mono y contra la sociedad por buscarse su hueco que finalmente ha logrado y sigue lográndose viviendo al límite cada momento, en revancha a todos esos años que perdió, que la droga le robó. Tuvo una oportunidad y la cogió. Cuento esto porque, a una persona que le ha costado mucho “reengancharse” al ritmo de la sociedad actual, le cuesta trabajo que se perdone su pasado, que actúa como una lápida sobre él. Sin embargo otros delitos quedan impunes y/o perdonados. Por mucho que pudiera haber robado mi amigo en aquellas lejanas andanzas creo que fue bastante menos de lo que muchos “casos de positivo” han robado. Sobre todo es la actitud frente al tema por parte de la sociedad. Apedreamos al yonki mientras que con el que se dopa utilizamos una especie de olvido selectivo. No olvidemos, un dogrodependiente es un enfermo y hay que ayudarle, una persona que se dopa es un tramposo.
Quizá sea lo expuesto demasiado duro y peque de demagógico. No hago alusiones a casos concretos sino a la situación general, al panorama reinante según mi punto de vista. No voy a señalar de por vida a los que hayan cometido estas faltas, ni mucho menos, y no trasciende a lo personal, es profesional. Creo que hay un castigo que cumplir que parece insuficiente y una actitud un tanto difusa ante la materia.
JORNADAS BARRANQUERAS
Hace 3 semanas